Thursday, May 24, 2007

Dice Pedro, de Copacabana:


"Mi novia es muy celosa. No me deja salir solo a la calle, no me deja ver televisión, no me deja mirar revistas, no me deja navegar por Internet, no me deja alquilar películas, no me deja cambiar de empleo, porque en la oficina en la que trabajo son todos hombres. Se mudó a mi casa, hace las compras, limpia ella para que no tenga que venir la señora que venía, y no se despega un minuto de mí cuando salgo de trabajar, hasta me acompaña a la cancha... Me siento muy encerrado en esta relación. Ella dice que cuando nos casemos todo cambiará, pero yo siento que no es así. ¿Qué puedo hacer?"


Pedro, lo primero que hay que hacer en estos casos es acudir al ingenio. Para empezar, tenés que pedir ayuda. Tus amigos del taller deben ir religiosamente dos veces por semana a tu casa. Requisitos: llevar mucho alcohol, y comida del tipo "de la que se cae", léase chizitos, palitos, papas fritas, chips. Tienen que gritar como animales cuando hablen, pisar toda la comida que tiren al suelo, fumar como escuerzos con la ventana cerrada, eructar sonoramente, blasfemas, elogiar el trasero de tu novia en voz alta, vomitar cuando el alcohol haga estragos, y quedarse durmiendo todos apilados en la alfombra del living.

Luego, tu madre debe sí o sí pasar una temporadita con ustedes, con la excusa de que están arreglando su casa. Que lleve consigo a su gato, su colección de cactus, sus videos de "Una vida sexual plena a los 85", y todas las ganas de joder que tenga.

Pedro, después de esto, en un santiamén tu novia te dejará libre como un ave, se mudará de nuevo a su casa, y podrás hacer tu vida. Es decir, pegarle una linda patada en el traste.

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